Los compuestos que dan color a la piel del tomate los protegen del calor y la radiación

Un equipo multidisciplinar formado por expertos del Instituto de Ciencias Materiales de Sevilla (ICMS-CSIC) y los departamentos de Biología Molecular y Bioquímica y de Mejora Genética y Biotecnología del Instituto de Hortofruticultura Subtropical y Mediterránea ‘La Mayora’ (IHSM-CSIC) ha comprobado que ciertos compuestos orgánicos de la piel del tomate intervienen en la resistencia al agrietado y la protección frente a la temperatura y la luz ultravioleta. En concreto, la capacidad de resguardo del calor y los rayos del sol varía según la modificación del grosor de la cutícula y de la acumulación de fenoles, compuestos orgánicos que determinan el color y aroma del fruto de tomate. Tras realizar pruebas físicas y mecánicas, los expertos han concluido que el bloqueo de la parte más dañina de la radiación ultravioleta, denominada UV-B, es casi del 100% en cualquier estado de maduración. La origina la presencia de derivados del ácido cinámico, un componente natural presente de la pigmentación de la piel del tomate.

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