La ‘huella’ del suelo: un indicador sencillo del impacto que tienen los cultivos en su erosión

La agricultura se enfrenta a un reto del que depende en buena parte el futuro del planeta: el de alimentar a una población creciente haciendo un uso sostenible de los recursos naturales, imprescindibles para producir alimentos, pero también para la vida en la tierra. En este contexto surgen conceptos como el de la ‘huella de carbono’ o la ‘huella hídrica’, que hacen referencia a la cantidad de estos recursos que se invierten en la producción de un bien, alimento o servicio. Es el coste o impacto que tiene sobre la naturaleza producir determinados productos, y una manera de medir si su consumo es o no sostenible. A estos conceptos se suma uno más, que pone el foco en otro recurso limitado sobre el que existe una menor concienciación pero que es tan imprescindible para la vida como el agua o la energía: el suelo, con cuya erosión se pierden también nutrientes, biodiversidad y capacidad de retención del agua. La ‘huella del suelo’ de un alimento se traduce como la cantidad de suelo que se pierde durante su proceso de cultivo y se calcula dividiendo la tasa de erosión por su grado de productividad.Se trata de un término presente en la estrategia comunitaria ‘Un pacto del suelo para Europa’, que ahora ha sido definido de manera formal y aplicado sobre el territorio español por los investigadores Andrés Peñuela, Vanesa García Gamero y Tom Vanwalleghem, del grupo de Hidrología e Hidráulica Agrícola de la Unidad de Excelencia María de Maeztu – Departamento de Agronomía de la Universidad de Córdoba (DAUCO). El objetivo, explican, es simplificar la comunicación de una problemática tan seria como la de la erosión del suelo para así implicar a los consumidores y consumidoras, sumándolos a la red de acción de la que ya forman parte la comunidad científica, órganos políticos y reguladores y el sector agrícola.

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Los modelos predictivos avisan: el campo necesitará más agua a final de siglo para mantener los cultivos

En un contexto de crisis climática en el que la temperatura aumenta constantemente  (julio de 2023 fue el mes más caluroso desde 1880) y los patrones de precipitación cambian propiciando eventos de lluvias torrenciales, por un lado, y sequías, por otro, es esencial conocer escenarios futuros para planificar acciones de adaptación y mitigación. Uno de los sectores que más sufre las variantes del clima es la agricultura. La evapotranspiración de referencia, que es un parámetro hidrológico que cuantifica la pérdida de agua del suelo y la cubierta por evaporación y de un cultivo de referencia (pasto) por transpiración, es clave a la hora de calcular las necesidades hídricas de los cultivos, ya que sirve para cuantificar de forma precisa el ‘poder evaporante’ de la atmósfera sólo atendiendo a parámetros climáticos. Con el objetivo de conocer cómo será este parámetro en un futuro y su efecto en las necesidades de agua en el campo, un equipo del Departamento de Ingeniería Rural, Construcciones Civiles y Proyectos de Ingeniería de la Universidad de Córdoba (formado por los investigadores Juan Antonio Bellido, Javier Estévez y Amanda García),  ha generado una serie de mapas con las proyecciones de evapotranspiración de referencia hasta 2100 en Andalucía, como recoge Agrónoma.

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El laboreo convencional limita el secuestro de carbono de los suelos agrícolas

Según datos de 2013, las emisiones anuales de carbono emitidas a la atmósfera y que tienen su origen en la actividad humana representaban el 0,4% del carbono almacenado en el suelo. Por ello, en la Conferencia de París sobre el Clima de 2015, Francia impulsó la iniciativa 4 por mil a la que se sumó España y que tiene como meta aumentar la capacidad de secuestro del carbono de los suelos agrícolas un 0,4 por ciento. Un estudio realizado por el grupo de investigación SUMAS de la Universidad de Córdoba y publicado en la revista Environmental Research ha analizado durante 15 años los suelos de olivares mediterráneos manejados con laboreo convencional y ha comprobado que esa cifra no solo no se alcanzaba, sino que incluso disminuía, situándose la pérdida de secuestro del carbono entre el 0,8% (en los primeros 40 cm del suelo) y el 2,1% (si se consideraba el perfil completo del suelo).

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Los residuos agrícolas y sus múltiples usos

Un equipo del Área de Ingeniería Química de la Universidad de Córdoba (Biopren RNM-940), del Instituto de Investigaciones en Ciencia y Tecnología de Materiales de la Universidad Nacional de Mar del Plata (Argentina) y del Departamento de Física de la Universidad Nacional de La Plata (Argentina) ha comprobado cómo los residuos agrícolas pueden ser valorizados para la producción de adsorbentes de contaminantes en las aguas, según recoge Agrónoma. Para llevar a cabo esta investigación, emplearon unas perlas de alcohol polivinílico (PVA), cuyo diámetro oscilaba en torno a los dos y los cuatro milímetros, mejoradas con nanocelulosa obtenida a partir de paja de trigo y nanopartículas magnéticas de hierro, que demostraron una capacidad de adsorción de los contaminantes del 80%-90%, asegura la UCO en un comunicado.

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Nueva estrategia para controlar la verticilosis del olivo

Tras más de una década trabajando en la búsqueda de un método de control biológico frente a la verticilosis del olivo, investigadores de la Unidad de Excelencia María de Maeztu – Departamento de Agronomía de la Universidad de Córdoba (DAUCO) Antonio Trapero, Ana López y Carlos Agustí en un trabajo realizado junto al Grupo de Bioquímica y Biotecnología del Departamento de Ciencias Agrarias y del Medio Natural, Universitat Jaume I de Castellón, han desarrollado una estrategia para controlar este patógeno, según recoge Olimerca en el artículo que reproducimos a continuación.

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