La dieta mediterránea, clave para combatir el cambio climático

Seguir la dieta mediterránea en España puede reducir hasta un 72% los gases de efecto invernadero, así como un 58% el uso del suelo, un 52% el consumo de energía y un 33% el de agua, lo que supone una pieza clave para combatir el cambio climático. Así, según explica Anna Bach, profesora de Nutrición en la UOC, y recoge Financial Food, “ya no podemos hablar de una alimentación saludable, también nos interesa que esta sea sostenible”. Además, la investigadora señala que “la dieta debe tener en cuenta tanto la salud como el medio ambiente; nos interesa tomar en consideración no solo la producción, sino también el consumo”. Por otra parte, Bach explica que el 22% de las muertes que se producen en el mundo se pueden atribuir a una causa alimentaria, ya sea por un consumo elevado de sal o un bajo consumo de cereales integrales o de fruta. “La sustitución de la fruta, la verdura y los cereales integrales por productos procesados y con un elevado contenido en azúcar produce efectos nocivos para la salud, con el desarrollo de enfermedades crónicas y cardiovasculares”, explica la experta. En este sentido, los investigadores en salud pública han identificado la transición alimentaria, que se ha producido, sobre todo, en poblaciones urbanas y eminentemente entre los jóvenes de nivel socioeconómico bajo. El grupo ha pasado de consumir productos como cereales, verduras y elementos vegetales, que tienen un impacto medioambiental bajo, a un consumo incrementado de proteínas de origen animal, con un impacto ecológico más elevado. En consecuencia, ha añadido Bach, se ha producido un aumento en el “consumo de calorías vacías, a base de cereales refinados, alcohol y grasas”, un hecho que condiciona la salud.

En este sentido, la investigadora de la UOC ha hecho hincapié en que “lo que ponemos en el plato es importante tanto para la salud como también por cuestiones ambientales”. Por lo tanto, el modelo actual sería insostenible, porque se están “superando límites planetarios”, ha avisado. La salud de las personas no se puede desligar de la salud del planeta, de forma que la sostenibilidad alimentaria es un problema de primer orden para la continuidad de la especie humana.

Bach ha recordado que a menudo “cuando pensamos en cambio climático nos viene a la cabeza el transporte, pero la alimentación todavía pesa más”. La investigadora ha comentado que hay que tener presente que un tercio de lo que comemos acaba en la basura y uno de los objetivos debe ser reducir en un 50% este derroche. La reducción del consumo de productos animales también puede contribuir al objetivo de un desarrollo sostenible: “Sabemos que los productos animales gastan muchos más recursos y energía que los de origen vegetal en lo que respecta a uso del suelo, agua, gases de efecto invernadero: 20 platos de verdura equivalen a un plato de carne en cuanto a emisiones”.

La investigadora ha señalado que es importante “reeducar al consumidor” para que adopte unos hábitos alimentarios que prioricen los productos de origen vegetal en el plato, ya sea a través de la dieta mediterránea, flexitariana, vegana o vegetariana. “Si adoptamos un patrón de dieta mediterránea habrá un ahorro de muchos recursos, pero si vamos hacia un patrón más occidental y americanizado tendremos un incremento de los indicadores ambientales”, ha avisado Bach.

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