Alternativas a la situación actual de la grave crisis de precios del aceite de oliva (Artículo de opinión de Luis Carlos Valero)

Los beneficios por cosecha en nuestras explotaciones son, desde hace aproximadamente dos años, casi nulos por los bajos precios que hay en el mercado. Y, desgraciadamente, este nivel es más que previsible que se mantenga, ya que las nuevas plantaciones están diseñadas para poder ofrecer al mercado aceite de oliva a precios actuales y ganarle dinero al producto. Por el contrario, nuestro olivar, el de siempre, por la falta de poder mecanizarse, especialmente en la recolección, no deja margen para beneficio alguno por la cosecha. Es por ese motivo que hace poco más de un año nos echamos a la calle para reivindicar diferentes medidas. Entre ellas la autorregulación del mercado sin chocar con competencia o con cualquier otro organismo; la extensión de norma, para que se pueda retirar aceite cuando sea necesario; la modificación de la Ley de la Cadena Alimentaria para lograr realmente una estabilidad en los precios que beneficie a todos los eslabones, y la continuidad en el almacenamiento privado de aceite de oliva para evitar el sobrevolumen de aceite de oliva en el mercado. Se trata de medidas a corto-medio plazo, para poder defender en la actualidad el mercado, pero totalmente dependientes de la administración, no de la gestión de los agricultores.

Estas medidas son una condición “sine qua non” para resistir a corto-medio plazo. Pero hay más posibilidades para salir de la situación actual de ruina de precios, y que serían más definitivas. Una estrategia a largo plazo incluida en la futura PAC que nos permitiese subsistir en una parte importante del olivar, de nuestra gestión y de nuestro trabajo, y que paso a enunciar.

Ante la perspectiva de que entremos en una situación de excedente estructural, de una forma u otra habrá que retirar del mercado el aceite excedentario, con alternativas al biodiesel o a los piensos, que son las que se le quieren dar en la actualidad.

Si dejamos que el mercado actúe, lo más factible es que se produzca el abandono de entre 200.000 y 300.000 hectáreas de olivar marginal (en pendiente y poco competitivo) de una forma desordenada, y por falta de rentabilidad, como ya se está viendo en algunas zonas de Andalucía y de España.

Mientras tanto, el resto de olivares tienen que estar abocados, de una forma u otra, a su reconversión y modernización para conseguir un grado de mecanización óptimo, de tal forma que pueda competir en costos con las nuevas plantaciones que se están registrando a todos los niveles de una forma cierta.

       

Alternativas

Si partimos de la base de que se abandonen entre 200.000 y 300.000 hectáreas, las estrategias para el olivar en pendiente y poco competitivo son varias. Habrá que establecer sus tipos y vocación primero, que llevaría inexorablemente a no hacer técnicas de cultivo que produzcan fruto, y en su caso no se recogería. En esta línea, habría que buscar subvenciones ligadas a los efectos medioambientales, que también dependerán de la zona en la que se encuentren y a la producción de bienes sociales.

La  inmensa mayoría de este olivar se encuentra en zonas que tienen algún grado de protección medioambiental (Agenda 2000, Cepes…), por lo que habría que abonarle una cantidad suficiente para que el agricultor sea precursor de bienes medioambientales-sociales. Estas labores consistirían en el mantenimiento del árbol, estarían orientadas a la absorción de CO2, como sumideros de CO2. Con lo cual, la subvención que percibiría este tipo de olivarero tendría que ser suficiente para no abandonar el territorio.

Otro tipo de olivar en zonas muy concretas podría estar orientado a la producción, pero de una forma especializada y característica, de aceites de montaña o ecológicos, con lo que se limitaría la producción en cuanto a volumen. Todo esto estaría sustentado con estudios pertinentes sobre este tipo de olivar, con lo que se conseguiría una reducción importante de la producción de estas 200.000 o 300.000 hectáreas, no de la superficie de arboleda.

A la vez, y para conseguir resultados en un plazo razonable, habría que iniciar una reconversión del olivar tradicional, especialmente en los grandes regadíos andaluces, para que tenga un mayor grado de competitividad, frente a las nuevas plantaciones intensivas y superintensivas, tanto de secano como de regadío, que se extienden por el resto de Andalucía, España y el mundo. Esa transformación tardaría unos años en producirse, entre 10 y 12, que es los que tarda en entrar en producción el olivar, por lo que también caería la producción mientras que en ese tránsito se llegue a la óptima producción de esas plantaciones, que ya sí que serían competitivas en el mercado, consiguiendo para los próximos años (una década aproximadamente) unos precios razonables de mercado.

De esta forma, también se obtendría un incremento notorio del consumo de aceite de oliva al contar con unos precios mucho más competitivos, con lo cual se conseguiría con mucha más facilidad que el incremento del consumo a través de la promoción pueda calar y llegar con mucha más facilidad a personas con un nivel de renta más bajo que puede absorber el aumento de la producción a través de la reconversión de los olivares tradicionales, llegando al equilibrio entre producción, rentabilidad y consumo, y a su mantenimiento sin grandes oscilaciones en los precios.

Además, se evitaría la necesidad de “destruir” o dedicar a otros fines gran parte del aceite excedentario que se está produciendo en estos años en el contexto internacional, siendo los grandes perjudicados los olivares menos competitivos, entre los que se encuentra el olivar tradicional.

Esto nos daría una disminución notable en el mercado del aceite, mientras que las plantaciones reconvertidas entrasen en producción, con un incremento de la producción a medio-largo plazo, a unos costes competitivos en el mercado internacional.

Todo este trámite se tendría que hacer en un periodo no inferior a diez años, estructurándose por años para adecuar el descenso de la producción no competitiva al incremento de la nueva producción competitiva a las necesidades del mercado, esperando un incremento importante tanto de la producción como del consumo.

Esta reconversión tendría que contemplarse en la futura Política Agraria Común  y dentro del Plan Estratégico que España tiene que presentar en la futura PAC, con un presupuesto extraordinario dentro de la misma, y siendo dotado de forma excepcional en los planes de incorporación de jóvenes agricultores y en los planes de modernización que pudieran presentar los agricultores, que serían totalmente voluntarios, especialmente dentro del segundo pilar.

Especial mención merece la agricultura de precisión, con la monitorización de las explotaciones, como un ecosistema propio en el futuro Plan Estratégico del Olivar. Una agricultura productiva, competitiva y eficiente, que contribuirá a conseguir el objetivo final del proyecto.

En cuanto al trabajo, sería necesaria también una revonversión en cuanto a la formación de los trabajadores agrarios con estas nuevas técnicas de producción, ya que serían necesarios unos empleados con altas cualificaciones. Sin duda, compensaría nítidamente la pérdida que se produciría de los trabajadores agrarios que hay en la actualidad en el olivar por el incremento de las producciones. Hablamos de pilotos de drones, técnicos en monitorización de explotaciones, conductores de maquinaria muy especializada, personal en las fábricas, almacenes y con una mención especial para el gran número de vendedores que sería necesario para situar, ahora sí, nuestro aceite en todo el mundo.

Esta sería la única forma de detener esta sangría de población que está sufriendo nuestra provincia, con 45.000 habitantes menos en los últimos cinco años, y una previsión de 100.000 menos en los próximos diez años. El futuro está delante, pero nuevamente nos lo tendremos que ganar.

Luis Carlos Valero

Gerente y portavoz de ASAJA-Jaén

Compartir en

Enviar un Comentario