Claves para detectar y combatir las plagas y enfermedades del olivar

Proteger al olivar de los agentes externos es una tarea ardua hoy en día. Este cultivo está amenazado por plagas y enfermedades muy perjudiciales, que pueden ocasionar daños en los árboles o incluso destruirlos por completo. En Agrónoma nos dan las claves necesarias para poder detectar las diferentes plagas y enfermedades y poder combatirlas.

Resulta imposible hablar de plagas del olivar sin nombrar a la mosca del olivo («bactrocera oleae»). Este insecto, que provoca graves pérdidas agrícolas y económicas, está condicionado por la climatología. Es decir, las condiciones ambientales de temperatura y humedad relativa son limitantes para la biología del insecto y estas se sitúan por encima de temperaturas superiores a 30ºC y 32ºC.

En cuanto a su control, se debe hacer un seguimiento a la evolución de este insecto, mediante el monitoreo de las poblaciones de adultos y la observación de frutos picados.

Barrenillo, abichado y polilla del olivo

En segundo lugar hay que citar al barrenillo («phoeotribus scarabeoides»), el cual ocasiona daños en los brotes al realizar las galerías nutricias, con la consiguiente rotura de tallos, pérdidas de cosecha y debilitamiento general el árbol en el caso de que los ataques sean intensos.

A la hora de hacer frente a este patógeno, hay que prestar especial atención a la salida de los adultos de restos de poda, árboles y palos cebos, ya que la realización de tratamientos fitosanitarios es prácticamente ineficaz si se mantienen las leñas mal acondicionadas.

Por ello, la RAIF recomienda que las leñeras deben estar herméticamente tabicadas y cerradas; las zanjas o trincheras, cubiertas con al menos de 25 cm de tierras; en las albercas, por su parte, debe quedar la leña cubierta de agua. Además, aconseja aplicar cualquier otro método que suponga un aislamiento hermético de la leña al exterior.

El abichado del olivo («euzophera») es otra de las principales amenazas del olivar. Esta plaga se alimenta de la corteza y madera del olivo, dañando los flujos de savia y debilitando los cultivos. La depredación natural suele servir como control efectivo de la plaga, sin embargo, cuando los olivos presentan heridas en los troncos puede ser necesaria la aplicación de tratamientos fitosanitarios.

Por otro lado, se encuentra la polilla del olivo («prays oleae»). Esta plaga (que presenta tres generaciones:  filófaga, antófaga y carpófaga) afecta al olivo durante prácticamente todo el ciclo vegetativo y productivo del mismo, causando numerosas pérdidas si no se realiza un control adecuado.

En cuanto a su control, la meteorología puede ayudar, pero si lo que se busca es cierta certeza se deberá optar por la utilización de enemigos naturales o, en última instancia, por tratamientos fitosanitarios.

No hay que olvidar el algodoncillo del olivo («euphyllura olivina»). En estado adulto (podrás identificarlo porque es color verdoso y tiene apenas 2-3 mm de tamaño) provoca daños de difícil percepción. Los daños directos son consecuencia de la extracción de savia del olivo (reducción de la brotación, incremento del aborto ovárico).

 

Enfermedades más destacadas

Dejando a un lado a las plagas y centrándonos en las enfermedades del olivar, hay que hacer referencia a la verticilosis del olivo, una afección causada por el hongo «verticillium dahliae» que provoca la marchitez y muerte del olivo.

Desde la RAIF aseguran que «es la enfermedad que más preocupa al agricultor por la dificultad para combatirla. Generalmente esta enfermedad se manifiesta por dos síndromes denominados apoplejía y decaimiento lento», y la dificultad para abatir a la verticilosis reside en que no se han encontrado métodos efectivos y rápidos para combatirla.

Además, no existe ninguna variedad resistente a la enfermedad, aunque si hay menos susceptibilidad como es el caso de las variedades frantoio y empeltre. Por el contrario, la picual, cornicabra, picudo y lechín de Granada presentan una mayor susceptibilidad.

Otra enfermedad a destacar es el repilo del olivo («cycloconium oleaginum»), un patógeno fúngico que provoca la conocida mancha de la hoja de olivo. Es decir, esta enfermedad se distingue a simple vista porque se manifiesta en forma de manchas de color oscuro y forma circular.

Los métodos tradicionales más utilizados para actuar frente al repilo del olivo consisten en evitar el exceso de nitrógeno y la deficiencia de potasio, además se recomienda la aplicación de un tratamiento con base de cobre después de la poda.

 

Tuberculosis del olivar

En este contexto, hay que conocer también la tuberculosis del olivar, una enfermedad producida por la bacteria «pseudomonas savastanoi», la cual aprovecha cualquier herida abierta del olivo para infectarlo. Las infecciones más importantes producen un debilitamiento general del olivo, defoliaciones intensas y ramas secas.

En cuanto a su control, resulta posible aplicar medidas culturales que eviten su propagación, aunque también es útil la aplicación de ciertos tratamientos químicos. Se recomienda eliminar las ramas con presencia de tuberculosis y no recoger las aceitunas de olivos mojados. Además, hay que tener en cuenta que la recolección mecanizada mediante vareadores de peine causa múltiples heridas en las ramas y pone al olivo en peligro.

 

Escudete y aceituna jabonosa

Si lo que deseas es mantener todas las enfermedades a raya en tu olivar, deberás conocer el modus operandi del escudete, el nombre común que reciben los daños producidos por el hongo «camarosporium dalmaticum».

Esta enfermedad origina una podredumbre total o parcial del fruto, deshidratándolo y arrugándolo, es decir, afecta en exclusiva al fruto no afectando al estado vegetativo del olivo. Para controlar esta enfermedad suelen usarse fungicidas cúpricos similares a los autorizados para el tratamiento del repilo o la aceituna jabonosa. ¿En qué consiste la enfermedad de la aceituna jabonosa? Presta atención.

La antracnosis o aceituna jabonosa está causada por especies de hongos del género «colletotrichum» y su aparición suele producirse generalmente en otoño, cuando las aceitunas empiezan a madurar, después de las primeras lluvias.

El primer síntoma de ataque al fruto consiste en una mancha aceitosa, de color ocre, que se manifiesta en las zonas bajo las que se desarrolla el micelio. Cuando la humedad es elevada, sobre las manchas se forma una sustancia gelatinosa y anaranjada con gran cantidad de esporas, detallan desde la RAIF.

Dadas sus características, en las zonas húmedas y con variedades poco resistentes frente a la aceituna jabonosa, es fundamental realizar tratamientos fitosanitarios de carácter preventivo contra la enfermedad.

Fuente: Agrónoma

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