Lepra del olivo: tratamiento y control

Con las condiciones actuales de descenso de temperaturas y aumento de la humedad ambiental, en el cultivo del olivo se pueden observar síntomas de enfermedades fúngicas, como la lepra del olivo, según nos recuerdan desde la Red de Alerta e Información Fitosanitaria de Andalucía. Es una enfermedad causada por el hongo Phlyctema vagabunda. En Andalucía es considerada una enfermedad emergente, se presenta con una incidencia baja y afecta principalmente a los frutos, causando caídas en los mismos y pérdidas de rendimiento como consecuencia de la descomposición de la sustancia grasa.

Las condiciones favorables para el desarrollo de esta enfermedad son temperaturas suaves, en torno a los 20ºC, ambientes húmedos y lluvia frecuente.

Los síntomas principales se presentan tanto en frutos verdes como maduros durante el otoño y consisten en pequeñas lesiones necróticas redondeadas, deprimidas, de color marrón oscuro, limitadas por un reborde oscuro y halo clorótico que acaban momificando total o parcial el fruto, originando su caída. Frecuentemente, los frutos presentan lesiones latentes que se manifiestan al ser almacenados. Pueden aparecer síntomas en hojas y ramas durante el invierno, consistentes, respectivamente, en manchas circulares blanquecinas o deprimidas de color amarillo-ocre.

El seguimiento y estimación del riesgo para el cultivo se realiza en el momento del cuajado-endurecimiento del hueso o al final del verano, cuando el estado fenológico del olivar se encuentra en envero-manchas rojas y siempre en aquellas parcelas donde se aprecien daños, examinando los frutos con síntomas característicos. Se recomienda la confirmación del diagnóstico por parte de un laboratorio de diagnóstico, ya que los síntomas en aceitunas pueden confundirse con los de la antracnosis o aceituna jabonosa (Colletotrichum spp.) e incluso con los del emplomado o repilo plomizo (Pseudocercospora cladosporioides).

Se aconsejan medidas preventivas y culturales tendentes a favorecer la ventilación del árbol, como podas de aireación, además, en parcelas donde esté diagnosticada la enfermedad, retirar los frutos afectados del suelo o ramas, o directamente eliminar las ramas con abundantes frutos momificados que actúan como reservorios del inóculo. Adelantar la recolección, para evitar el contagio de nuevos frutos, también es una práctica a considerar.

El control químico es recomendable solo en zonas de riesgo (donde ya se ha confirmado la presencia de la enfermedad) y en variedades sensibles, realizando tratamientos preventivos en otoño, antes de la llegada de las primeras lluvias, con productos cúpricos y mezclas de éstos con fungicidas orgánicos, tal y como se realizan para el control de otras enfermedades fúngicas del olivo de comportamiento similar, como el repilo o la antracnosis.

Compartir en

Enviar un Comentario