El catedrático Vidal Barrón, del grupo de Edafología de la Unidad de Excelencia María de Maeztu-Departamento de Agronomía (DAUCO), ha subrayado el carácter “colaborativo” de este proyecto en el que han participado “decenas de investigadores de todo el mundo para mostrar el color de la tierra de la Tierra”. El trabajo combina datos de reflectancia difusa medidas in situ de más de 8.000 muestras de suelo con imágenes de la superficie de la tierra tomadas por el satélite Landsat a lo largo de los últimos 35 años. El resultado es un mapa que arroja datos sobre el 38,5% de la superficie terrestre, del cual el 82,2% corresponde a terrenos agrícolas.
No se trata, explica Barrón, de observar la tierra “como la vemos en Google Earth, sino de conocer el color de la tierra al desnudo, despojada de los efectos de la vegetación y otros elementos atmosféricos”. La disponibilidad de estos datos permite monitorizar las condiciones del suelo, atendiendo a posibles cambios que puedan alertar sobre su degradación u otros riesgos ambientales, orientando así decisiones sobre la gestión de la tierra.
“Para el sector agrícola es fundamental además conocer las propiedades y componentes del suelo para afinar en su tratamiento, por ejemplo, a la hora de fertilizar terrenos o de decantarse por unos u otros cultivos”, ha precisado Barrón.