El factor climático que mayor influencia ejerce sobre el desarrollo de las plagas en los cultivos es, sin duda alguna, la temperatura. Cuando esta alcanza valores extremos, actúa como un factor importante de reducción de poblaciones, produciendo un considerable porcentaje de mortandad en los distintos estadios de desarrollo de las plagas (huevo, pupa o larva, ninfa, crisálida o adulto). En otros casos, las altas temperaturas favorecen un rápido desarrollo de las plagas.
En el cultivo del arroz, las altas temperaturas pueden hacer descender los niveles de pulgones (Schizaphis graminum, Sitobion avenae, Rhopalosiphum padi y Sipha maydis), así como los de piricularia (Pyricularia oryzae), que con temperaturas superiores a 38ºC ve detenido su desarrollo. Sin embargo, el crecimiento de las malas hierbas se ve muy favorecido por las altas temperaturas, acelerando su desarrollo vegetativo e incrementando el número de nuevas emergencias. Al igual que ocurre con otros géneros de lepidópteros, las puestas y larvas neonatas de rosquilla (Spodoptera spp. y Mythimna spp.) perecen con elevadas temperaturas.
En el cultivo de algodón, unas elevadas temperaturas, además de acelerar y estimular un rápido desarrollo vegetativo de las plantas, ayudan a combatir ciertas plagas como los pulgones (Aphis spp.), produciendo una alta mortandad de individuos, o los lepidópteros gardama (Spodoptera exigua), heliotis (Helicoverpa armigera), earias (Earias insulana), gusano rosado (Pectinophora gossypiella), etc., provocando la desecación de las puestas y la muerte de las larvas en sus primeros estados de desarrollo (L1 y L2). Sin embargo, su efecto sobre la araña roja (Tetranychus urticae) es muy distinto, ya que temperaturas de más de 30ºC (y hasta los 40ºC) aceleran su desarrollo, acortando su ciclo biológico.
En los cítricos, la viabilidad de las formas vivas de la mosca de la fruta (Ceratitis capitata) y el piojo rojo de California (Aonidiella aurantii) se ve muy reducida con temperaturas extremas, superiores a 38ºC, así como algunos géneros de ácaros fitófagos, como Panonyhus citri. Del mismo modo, temperaturas superiores a los 31ºC producen una alta tasa de mortandad de ninfas de pulgones (Aphis spiraecola, Aphis gossypii, Toxoptera aurantii, Myzus persicae), y a más de 34ºC cesa la reproducción de estos insectos. Temperaturas por encima de los 35,5ºC originan una elevada tasa de mortalidad larvaria del minador (Phyllocnistis citrella).
En el cultivo del olivar, plagas como la mosca (Bactrocera oleae) también se ven muy influenciadas por las altas temperaturas. Con temperaturas superiores a 30ºC, se limitan decisivamente los distintos estados de desarrollo del insecto, disminuyendo la viabilidad de los huevos y de las larvas pequeñas, así como aumentando su mortalidad. Con temperaturas superiores a 34-35ºC se produce la mortalidad de los huevos; a más de 30ºC provoca la muerte de las larvas (sobre todo las pequeñas); y temperaturas de más de 36ºC ocasionan la muerte de las pupas, y por encima de los 40ºC ya no sobreviven los adultos.
En los cultivos subtropicales (mango, aguacate, etc.), las altas temperaturas ralentizan el ciclo del ácaro cristalino (Oligonichus perseae), impidiendo que estos provoquen la caída de las hojas y, por ende, disminuyendo el riesgo de que los frutos sea dañados por quemaduras del sol. Igualmente, los niveles de pulgones en mango suelen descender con las altas temperaturas del verano (>35ºC). En cambio, la cochinilla de la nieve (Aulacaspis tubercularis) ve acelerado su desarrollo con altas temperaturas y baja humedad relativa.
En el caso de la vid, el comportamiento es muy similar, pues temperatura superiores a 20ºC, unido a un ambiente seco (humedad relativa inferior al 30%), provocan una mortandad del 50-60% de huevos de la polilla del racimo (Lobesia botrana). En días con viento seco y altas temperaturas, el melazo o cochinilla algodonosa (Planococcus citri) abandona los órganos verdes de la planta para refugiarse en la madera vieja, debajo de la corteza. Plagas como el mosquito verde (Empoasca spp. o Jacobiasca spp.) o la araña amarilla (Tetranychus urticae), por el contrario, son favorecidas por las altas temperaturas, reduciéndose la duración de su ciclo biológico, con el consiguiente aumento de sus poblaciones.